Habría que lavar no sólo el piso: la memoria.
Habría que quitarles los ojos a los que vimos, asesinar también a los deudos, que nadie llore, que no haya más testigos.
Pero la sangre echa raíces y crece como un árbol en el tiempo.
La sangre en el cemento, en las paredes, en una enredadera: nos salpica, nos moja de vergüenza, de vergüenza, de vergüenza.
Las bocas de los muertos nos escupen una perpetua sangre quieta.
Este poema de Jaime Sabines se titula Tlatelolco 68, 3. Y narra los hechos sucedidos el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, México.
En aquella noche fatídica, el gobierno arremetió en contra del mitín llevado a cabo por estudiantes mexicanos en la Plaza de las tres culturas. Los cuales se reunían debido a represión por parte de las fuerzas policiales del distrito federal y elementos del Ejército Mexicano, hacia los estudiantes universitarios.
Hubo alrededor de 300 a 400 muertos y más de 1000 heridos, fue una auténtica masacre. En donde hubo gente que nada tenía que ver con el asunto, incluidos niños y ancianos.
Lo que se puede observar en la foto, es la situación, momentos antes de la masacre.
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